[71 SSIFF] El Castillo: Karl Marx en la Pampa

Con El Castillo, Martín Benchimol construye una película tan sencilla como profunda. La historia de Justina y Alexia pone de relieve las diferencias sociales y el rol tradicional de la mujer en la sociedad.

Justina ha trabajado toda su vida como empleada doméstica. Tras acompañar a su empleadora hasta los últimos días de su enfermedad, hereda una enorme mansión en medio de las pampas argentinas. Solo tiene una condición: que jamás la venda. En ese castillo, en el que los animales pasean por instancias y pasillos, nos sumergimos en la historia de Justina y su hija Alexia, y conocemos los desafíos a los que han de hacer frente para mantener esa promesa.

En El Castillo la interpretación ligera de esos dos personajes, tan sencillos como excéntricos, es la de un cuento de hadas bizarro pero encantador, en el que vemos como las protagonistas acomodan su día a día a su entorno. Una relación materno filial instalada en la complicidad, en la que la hija sueña con conducir coches de carrera y la madre espera la visita de un amante que nunca tiene “un momento” para visitarla. Gente humilde que vive en su castillo con humildad y preocupadas por poder mantener esa promesa.

Sin embargo, hay una lectura más profunda que nos habla de las diferencias de clase. Las visitas de los descendientes de la que fuera propietaria de El Castillo deja en clara evidencia dos comportamientos característicos. El primero es el de los que, a pesar de ya no ser los dueños, entran allí como si la mansión fuera una posesión de la que temporalmente no pueden disponer. Ante eso, Justina adopta un rol sumiso, de servidumbre. Su hija detesta ambos comportamientos y, a través de ella, también lo hace el espectador. Con comentarios irónicos y una mirada que lo dice todo, Alexia pone en evidencia como los roles sociales están tan asumidos que dificilísimo desprenderse de ellos. También hay un comportamiento racial que le película no explota pero sí deja sobre la mesa: los herederos, con su piel blanca, contrastan con la piel morena de Justina.

La línea que separa la ficción del documental es en El Castillo borrosa y, en algunos momentos, inapreciable. ¿Es un documental que hace concesiones a la ficción? ¿Una historia que ficciona hechos reales? La cámara estática de Benchimol y la delicada banda sonora de José Manuel Gatica amplian la la sensación de estar asistiendo a un pase de dispositivas. En cualquier caso, la historia de sus protagonistas está tan bien hilada que realmente es innecesario etiquetar la película.

En resumen, esta El Castillo es una película que nos da más de lo que su sencillez hacía prever. Una de las películas más destacables de los Horizontes Latinos de esta edición del Festival.

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