De partida, había dos posibilidades con esta ‘Joker: Folie à Deux’. Que fuera una secuela al uso, siguiendo estética y argumentalmente a ‘Joker’ (Todd Phillips, 2019). O que diera un giro de volante y reescribiera la hoja de ruta del personaje. Que se anunciara la entrada de Lady Gaga en el proyecto ya dejaba entrever que ese giro iba a ser mucho más imprevisible y brusco.

Tras su primer pase en el Festival de Venecia, surgió la duda de si esta ‘Joker: Folie à Deux era la antisecuela o el resultado de un instinto cinematografico suicida. Fuera como fuera, quedó claro que esta entrega era una obra consecuente con el espíritu burlesco y anárquico del personaje principal. ‘Joker‘ se convirtió en un símbolo de los incel (abreviatura de la expresión inglesa involuntary celibate, celibato involuntario), una subcultura que se manifiesta como comunidades virtuales de personas, principalmente hombres, que dicen ser incapaces de mantener relaciones sexuales con una pareja, como sería su deseo. En esta, nos demuestra el error del planteamiento con un Arthur Fleck/Joker que abraza el amor y lo explora como vía de salvación.
La película comienza con un cortometraje de animación, del que es responsable Silvain Chomet (‘Bienvenidos a Belleville‘, 2003) en el que Joker lucha contra su propia sombra, Arthur Fleck. Prólogo y presentación de lo que va a tratar la película, que retoma el argumento de su predecesora exactamente dónde lo dejamos: con Joker en un correccional. En el correccional, la película denuncia el abuso de poder de los policías, la alineación por la fuerza y a las malas con el sistema. Y cuando la película está encauzada a ser una ventana al comportamiento dentro de la institución del personaje al que vuelve a dar vida Joaquim Phoenix, aparece Harley Quinn (Lady Gaga).
Con ella llegan la música y el amor, por este orden, a la vida de nuestro protagonista. Esa «locura a dos» hace referencia entonces tanto a los personajes como a esos dos pilares sobre los cuales se construye este filme. A través de la música, que recurre a piezas conocidas, conocemos los sentimientos de los protagonistas. Joker se convierte así en un personaje mucho más transparente. Canción tras canción, con números que son interpretados en el “mundo real” de los protagonistas, junto a otros que son abstracciones de la realidad, el director repasa y expone varios puntos negros de la sociedad norteamericana actual: el abuso de poder y la violencia de la policía; el apego al sensacionalismo de los medios de comunicación; la caída de ídolos populares en desgracia por no estar alineados con las expectativas de sus seguidores, etc. Con todo ello el artefacto argumental de la película deviene político.

La película funciona desde la negación: no es una película de superhéroes, no es un musical al uso, no es una película política, no es un drama penitenciario. PERO todo ello está en primer plano. ‘Joker: Folie à Deux‘ es la negación de ‘Joker‘ hecha película. Es la filmación de la contradicción. Es descarnadamente romántica y crítica con las formas y fondos de la sociedad actual. Retoma la historia donde la dejó su predecesora, sí. Pero para continuar de una forma inesperada. Fleck renuncia a Joker porque Fleck es Joker. No son dos personalidades cohabitando en la misma persona. Es una renuncia a la evasión, para situarnos en una realidad desesperanzada. La película funciona en todo momento, es brillante en su puesta en escena de los momentos musicales, para a continuación destruir cualquier posibilidad de huída hacia lo festivo. La realidad se impone y es tan oscura como peligrosa. Juega siempre a situar al espectador en el punto de incomodidad que no le impida disfrutar de la película, pero que le obligue a revisar constantemente lo que está viendo.
