Confesión tardía: RIEFENSTAHL se presentó en La Biennale del año pasado y no logré encajarla en mi agenda. El festival se me escapaba, ella no… Desde entonces estoy pendiente de si salía fecha de estreno. O de si otro festival la acogía en su programación. Así que aquí estoy, casi un año después, cerrando (por fin) mi Mostra 2024 desde el Atlàntida 2025. Ya puedo dormir tranquila. Y preparar la siguiente Mostra.

Leni Riefenstahl fue muchas cosas: pionera, cineasta brillante, oportunista, testigo incómoda y, durante décadas, arquitecta de su propia leyenda. RIEFENSTAHL, el documental que ahora se presenta en Atlàntida, no busca desmontarla ni glorificarla, sino algo más difícil: observarla con precisión, desde dentro de su propio relato.
La estructura del documental gira en torno al valioso archivo personal que dejó tras su muerte: horas de grabaciones, entrevistas, intervenciones televisivas, imágenes detrás de cámaras. A partir de ese material, el director Andres Veiel ensambla un retrato doble: el de la Riefenstahl que fue y el de la que quiso que creyésemos que fue. Veiel, que también es responsable del guion sabe que la clave para que todo esto quede bien ensamblado está en el montaje, que es clave.
En esta ocasión, los responsable de la edición han sido Alfredo Castro, Stephan Krumbiegel y Olaf Voigtländer, quienes han combinado secuencias filmadas por la propia Riefenstahl —a menudo deslumbrantes, como en El triunfo de la voluntad o Olympia— con fragmentos de televisión y documentos oficiales que desmienten, matizan o directamente contradicen su versión de los hechos. La tensión no está en el juicio explícito, sino en ese choque entre lo visible y lo oculto, entre lo que se muestra y lo que se quiere tapar.
Sin caer en el elogio ni en la caricatura, el documental logra lo más difícil: mantener la elegancia mientras señala el conflicto. La belleza formal de la obra de Riefenstahl —indiscutible incluso desde el hoy— queda expuesta en todo su esplendor… pero también en toda su funcionalidad como herramienta del aparato propagandístico nazi. Un equilibrio delicado que el film sostiene con solvencia.
No hace falta insistir: los documentos hablan. Y las contradicciones también.
