[San Sebastián 2025] Día 0: Expectativas, viaje y primeras impresiones

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El arranque no podía ser más prometedor: el vuelo Palma–Bilbao salió y llegó a la hora exacta, un milagro de puntualidad que uno ya no se atreve a dar por hecho en plena temporada alta (de festivales). En el autobús hacia Donostia aprovechamos el tiempo para grabar un nuevo episodio de Txapas a patxas, el podcast que iremos alimentando cuando los calendarios lo permitan —y cuando el cuerpo aguante, que no es lo mismo.

Con la acreditación ya en mano, la primera noche terminó de la mejor manera posible: una cena entre amigos que sirvió de brindis anticipado por el Zinemaldia (gracias al organizador y a todos los que acudieron a su llamada). Porque, antes de que se apaguen las luces de la primera proyección, lo que hace único a este festival es también esa sensación de reencuentro y complicidad que se respira en cada esquina.

En cuanto a la cobertura, la idea es clara: podcast siempre que el horario lo permita y crónica diaria en estas páginas, sueño mediante. Habrá que dosificar fuerzas, porque la Sección Oficial promete un recorrido exigente y, sobre todo, intrigante: desde el duelo musical de Deux pianos hasta el juicio de la historia en Nuremberg, pasando por el aire canario de Maspalomas y la apuesta internacional de Ballad of a Small Player.

La presencia española este año es especialmente fuerte: títulos que no solo refuerzan la identidad del festival, sino que marcan el pulso de un cine que se siente cómodo en la diversidad de tonos y géneros.

Y entre pase y pase, la mirada se escapará hacia otros territorios: los Klasikoak, siempre listos para recordarnos de dónde venimos, y el laboratorio creativo de Tabakalera, con sus sesiones nocturnas y su espíritu de riesgo. Porque un festival no es solo competición: es también esa otra cinefilia que se cuela por las rendijas, la que hace de San Sebastián una cita irrepetible año tras año.


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