Maspalomas: el encierro que llevamos dentro

Hay tópicos que, cuando se rozan con la suficiente delicadeza, dejan de serlo para convertirse en una verdad que pesa. Maspalomas lo demuestra con una historia íntima y de corazón, que utiliza nuestra historia reciente como espejo para hablar del confinamiento más difícil de todos: el que uno mismo se impone.

Un texto que mima a sus protagonistas, escrito por José Mari Goenaga con una precisión que nunca traiciona la emoción, traza un relato en el que el contexto histórico no es simple decorado. La sombra del encierro colectivo (COVID 19) funciona como metáfora natural del encierro personal, de ese espacio donde las decisiones se vuelven jaulas y las emociones, rejas invisibles.

La dirección de José Mari Goenaga y Aitor Arregi se mueve con una mesura innegable. Cada plano es consciente de que los lugares no solo contienen a los personajes, sino que hablan por ellos. Las estancias de la residencia, los rincones de Maspalomas, la luz que entra o se esconde, se convierten en extensión de los sentimientos del protagonista. No hay alarde: hay un dominio tranquilo de la puesta en escena que potencia cada silencio.

El reparto es, simplemente, deslumbrante. José Ramón Soroiz sostiene el peso del relato con una interpretación de una naturalidad conmovedora: su mirada basta para transmitir la lucha interna de un hombre que no encuentra salida ni dentro ni fuera. A su lado, Nagore AranburuKandido UrangaZorion EguileorKepa Errasti y Cristina Yélamos completan un conjunto que rebosa autenticidad, evitando cualquier tentación de subrayado melodramático.

La fuerza de Maspalomas no reside solo en su guion y en su reparto. El conjunto técnico y artístico eleva el relato de forma decisiva. La fotografía de Javier Agirre Erauso, de una luminosidad cambiante, captura el contraste entre los paisajes abiertos y la sensación de encierro que pesa sobre el protagonista. El montaje, preciso y sin efectismos, sabe cuándo detenerse y cuándo dejar que el tiempo respire, acompañando las transiciones emocionales sin subrayarlas. Y la banda sonora de Aránzazu Calleja, sutil pero cargada de matices, funciona como un latido que acompaña el viaje interior, reforzando la tensión sin robarle protagonismo a la imagen.

Es cierto que la idea de que “el peor encierro es el que se impone uno mismo” puede sonar a frase manida. Pero Maspalomas demuestra que, cuando se filma con rigor y se escribe con convicción, los clichés esconden un núcleo de sentido que sigue golpeando. La película no busca aleccionar, sino invitar a reconocerse en ese encierro invisible que todos, en algún momento, hemos habitado.

Por último, recomendar la entrevista que nuestros amigos de EL CONTRAPLANO realizaron a los directores de la película.


(Estreno en España previsto para el 26 de septiembre de 2025).

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