El extranjero, de François Ozon: la imposible calidez del absurdo

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El cine de François Ozon siempre ha oscilado entre la tentación estética y el desgarro narrativo. En El extranjero, su nueva cinta que se presenta en la sección Perlak del Festival de San Sebastián, vuelve a plantear ese choque: una película de una belleza visual indiscutible, sobre todo gracias a la fotografía de Manuel Dacosse, que sin embargo carece del pulso dramático necesario para sostener el relato.

Ozon se adentra en la obra más emblemática de Albert Camus, publicada en 1942, piedra angular del existencialismo francés y referente del pensamiento del absurdo. La novela relata la historia de Meursault, un hombre que, tras la muerte de su madre, comete un crimen aparentemente gratuito y se enfrenta a un juicio donde su indiferencia ante la vida escandaliza tanto como el asesinato mismo. Camus construyó en El extranjero una radiografía de un mundo sin sentido, donde la lucidez consiste en aceptar que la existencia carece de un orden trascendente. Esa “extrañeza” frente a la realidad –ser extranjero no sólo en un lugar, sino en el propio destino– es el núcleo filosófico que Ozon busca trasladar a la pantalla.

El film retrata a un protagonista que observa el mundo con la misma distancia que en la novela: indiferente ante una realidad absurda, ajeno a convenciones sociales y morales. Esa fidelidad es, a la vez, su virtud y su mayor problema. La desconexión de Meursault –y la apuesta de Ozon por mantenerla intacta– se convierte en un obstáculo: la película respira una frialdad calculada, que sólo cobra verdadero ritmo en sus dos escenas finales, cuando el personaje asume, por fin, la lucidez trágica de su condición.

El reparto responde con solidez, con Benjamin Voisin a la cabeza, convincente en la contención pero a veces prisionero de la propia rigidez del personaje. Ozon mantiene la coherencia con el texto original, y ahí reside tanto el mérito como el límite de la adaptación: el ensimismamiento de Meursault, que en la literatura de Camus adquiere un peso filosófico abrumador, en el cine puede derivar en una experiencia emocionalmente distante.

Más allá de su impecable factura visualEl extranjero resulta una obra difícil de “sentir”. Ozon traduce con rigor el pensamiento del absurdo, pero en esa fidelidad se deja atrapar por el mismo hielo que envuelve a su protagonista. El resultado es un ejercicio elegante y cerebral que confirma el talento plástico del director, pero que –como la novela que adapta– nos recuerda que mirar de frente el sinsentido tiene un precio: el de la incomodidad.

La película se estrenará en cines el 19 de diciembre.

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