En la séptima jornada del Zinemaldia viajamos de la periferia barcelonesa al Hollywood clásico para recordarnos que la identidad de un lugar —o de una época— se juega en los márgenes.

Historias del buen valle (Sección Oficial)
Vallbona, barrio del extrarradio de Barcelona, es casi una isla: cercado por un río, vías férreas y autopistas. Un enclave que vive el tránsito del mundo rural al urbano, donde sobreviven casas de los primeros migrantes llegados tras la posguerra junto a los nuevos bloques de ciudad dormitorio que acogen la migración más reciente. Un humilde rincón que, sin proponérselo, se convierte en aldea global.
Historias del buen valle recoge esos imaginarios, pero también los conflictos sociales que laten en esa convivencia. Es una mirada no condescendiente, pero sí tierna, a un reducto en el que se preserva algo tan atemporal —y tan en vías de extinción— como la vida de barrio: la calle como espacio común, la convivencia como tejido de identidad.
La cámara se centra en los protagonistas y en los pequeños detalles que delatan la dificultad de vivir en Vallbona. El ritmo es notable, aunque el último tercio pierde algo de la cadencia que había planteado desde el principio. Aun así, la película nunca se siente impostada; su autenticidad ha sentado de maravilla en el pase del K1.
Retrospectiva Lillian Hellman
La tarde se completó con dos títulos de la retrospectiva dedicada a la dramaturga y guionista estadounidense, que en los años cuarenta y sesenta llevó a la pantalla su mirada crítica y profundamente política.
Alarma en el Rhin (Watch on the Rhine, Herman Shumlin, 1943)
Protagonizada por Bette Davis y con libreto de Dashiell Hammett a partir de una obra de Hellman, la película condensa la preocupación de la autora por lo que estaba ocurriendo en Europa. Más comprometida en lo político que en lo artístico, vale hoy sobre todo como testimonio de una época, aunque no carece de valores cinematográficos.
Cariño amargo (Toys in the Attic, George Roy Hill, 1963)
Adaptación de James Poe de una obra de Hellman que supone un regreso a los parajes sureños. Con más entidad que la anterior —y también hija de su tiempo, tanto en el libreto como en su puesta en escena— destaca especialmente el reparto femenino, con interpretaciones de altura de Geraldine Page, Wendy Hiller y Yvette Mimieux. Una película que, sin abandonar su época, demuestra la vigencia del universo dramático de Hellman.
Entre la autenticidad de un barrio que resiste la homogeneización y el eco de dos películas que retratan las inquietudes políticas de otro siglo, el día 7 del Zinemaldia volvió a demostrar que la memoria —ya sea urbana o cinematográfica— se construye siempre en los márgenes.
