El pase de prensa de Cannes fue el «pase del desalojo». Una mochila olvidada en la Sala Debussy retrasaba el inicio del pase. Una broma acorde con el personaje retratado por la película. Michel Hazanavicius intenta retratar a Godard a través de su relación con Anne Wiazemsky, cuya autobiografía es el hilo conductor de la película.
No es Michel Hazanavicius un cineasta especialmente sutil. Sus películas suelen plantear ya desde la introducción el tono con el que se va a desarrollar la cinta, tono al que suele ser fiel el realizador. Ante una figura como Godard, un discurso que abusara de la reverencia era esperado pero no bienvenido. El propio Godard se ha encargado durante años de que la devoción que inspira su cine no se traslade a su figura más allá de lo estrictamente cinematográfico. Un discurso que desmitificara en exceso al director tampoco hubiera sido aconsejable. Lo de reírse de en lugar de reírse con no parece la forma más sensata de acercarse a la figura del director. Sin embargo, Hazanavicius elige esta segunda vía salvando los excesos.
Y, casi en contra de lo esperado, acierta. Aunque pueda quedar la duda de si el retrato se acerca al retratado o si lo hace a la imagen que tenemos de él, lo cierto es la película dibuja un perfil de alguien superado por su inmensa capacidad creativa, con una incapacidad manifiesta para aceptar los fallos y los errores (sobre todo los ajenos). Algo que dificulta sus relaciones con los demás y también consigo mismo.
La película cubre el periodo que hubo desde el rodaje de La chinoise (protagonizada por Wiazemsky), hasta el final de su relación con la actriz. Son los años de revolución y de inconformismo social y cultural. Un periodo en el que Godard estaba ya bastante harto de ser Godard, por lo que su posicionamiento político era una extensión de quien no se siente cómodo dentro de su piel. En su inconformismo, Hazanavicius, y Wiazemsky, nos dejan ver algo de superioridad moral, de su maltrato con quienes le rodean.
En Le Redoutable, Hazanavicius utiliza recursos estilísticos y formales que toma prestados de la Nouvelle Vague. En ningún caso se puede decir que abuse de elementos prestados. En todo caso, parece que el realizador encuentra más el tono en la dirección (en el cómo nos cuenta) que en el guion (lo que quiere decir).
Pero en toda esta sucesión de nombres propios hay que destacar a Louis Garrel. El intérprete logra una destacada interpretación escapando del intento de mimetismo. Huye así de lo caricaturesco, aún cuando la imagen que el tanden Wiazemsky/Hazanavicius nos da de Godard es la una persona interpretando el papel que los demás esperan de él. Garrel no exagera sus gestos y mantiene al espectador pendiente del relato.
De hecho, en una película con momentos de una repensada exageración, Garrel se muestra comedido. Muy bien también Stacy Martin que, en la piel de Wiazemsky, asiste a las insolencias y salidas de tono de su pareja como si de un espectador se tratara.
Le redoutable es entretenida y presenta una cuidada producción. Se toma en serio lo justo como para ser respetuosa, pero sin caer en excesos en el retrato de una figura que es, en sí misma, excesiva.