‘Entreguen las acreditaciones y disuélvanse’. Esa frase, acompañada de una fotografía en Instagram, dió por cerrados mis nueve días en el Festival de cine de San Sebastián en 2015, y comenzaba la cuenta atrás para la que sería mi decima acreditación en el Zinemaldia y mi experiencia cinéfila anual. Para ello únicamente había que esperar (algo menos de) un año, o eso pensaba yo.
Aunque, no nos engañemos, cuando uno vuelve de vacaciones lo primero que hace al llegar al trabajo es empezar a planear las siguientes. Y en esa situación me encontraba tras volver de Donostia, cuando apareció en mi timeline un tuit del SEFF (Festival de Cine Europeo de Sevilla o Sevilla European Film Festival para los no iniciados). Siempre había creído que, después de San Sebastián (si no quería esperar a que pasase todo el año antes de volver a pisar un festival de cine), el siguiente destino sería Málaga. Aquel tuit iba a cambiar ese pensamiento.
– Pues ir a Sevilla no me parece mala opción
– ¿Y por qué no vas a Gijón? (Esta opción surgió una vez analicé qué otras propuestas cinéfilas se movían entre finales de octubre y noviembre)
En esa duda se movían mis pensamientos a un mes de que empezase el festival. Pero había algo que decantaría la balanza: el festival en la ciudad hispalense me permitía, además, saldar deudas de visitas familiares y me proporcionaba alojamiento gratuito. Y, por qué no decirlo, el amor de una abuela tira más que un cachopo, una botella de sidra y una cuña de queso cabrales… Bueno, vale, a lo mejor tomé la decisión a la ligera, pero os aseguro que después de disfrutar de una semana en el Festival de Sevilla no me arrepentí ni un segundo.
En este artículo os voy a relatar en cinco puntos por qué debéis visitar el SEFF (al menos una vez en la vida) sin utilizar a la familia en ninguno de ellos. O al menos voy a intentarlo.
1.- LA PROGRAMACIÓN
Imaginad un festival que se celebra en noviembre y que en su Sección Oficial recoge películas europeas que han dado que hablar en el resto de certámenes que han tenido lugar a lo largo del año, muchas de ellas con premios en esos festivales. Utilizando una expresión agrícola, es como si el comité de selección se encargase de separar ‘el grano de la paja’ durante los meses anteriores para ofrecer unos títulos a competición que juegan sobre seguro casi en su totalidad.
Y digo ‘casi en su totalidad’ porque un festival no puede vivir únicamente de películas de las que todo el mundo ha hablado ya, y ahí es donde José Luís Cienfuegos y su equipo hace un gran trabajo de orfebrería no solo para rellenar la Sección Oficial con títulos realmente interesantes, y que se escapan de los focos de los grandes festivales, sino además para construir dos secciones que permiten al cinéfilo más aventurero explorar en terrenos que se alejan completamente de lo comercial y conocido.
En las secciones Nuevas Olas (ficción y no-ficción) y Resistencias podemos disfrutar de propuestas sugerentes como Dead Slow Ahead, macarras como Amor tóxico o los últimos trabajos de directores consagrados como Sergei Loznitsa o Apichatpong Weerasethakul (sí, todavía tengo que mirarlo en google para escribirlo correctamente), por poner ejemplos de lo que vimos el año pasado. Dos secciones que se convierten en válvula de escape y que nos exigen exprimirnos la cabeza más de lo normal (lo que siempre se agradece).
Y si en la Sección Oficial tenemos un porcentaje (bastante alto) de películas que sabemos que van a rayar a un buen nivel, todavía hay una sección más en la que la posibilidad de fallar es casi nula (a no ser que te encuentres con La ley del mercado de turno). La Selección EFA recoge algunas de las películas pre-nominadas a los premios de la European Film Academy. Una muy buena forma de ver los títulos que tuviéramos pendientes de los que finalmente optan a los Premios del Cine Europeo, cuyas candidaturas se dan a conocer en la propia ciudad el primer fin de semana del Festival.
En resumen, una selección de películas que a priori nos aseguran un nivel notable aunque, como siempre en esto del cine, nuestros gustos pueden estar alejados de los de la mayoría. Y qué mejor que los corrillos tras la proyección para hablar o discutir sobre ello y si es con una caña por medio mejor.
2.- MARAVILLOSOS PODERES CÓSMICOS Y UN ESPACIO CHIQUITÍN PARA VIVIR
Podría valer esta frase de mi amada Aladdin para explicar la segunda de las razones por las que visitar el SEFF. Imaginad que todas las películas que proyectan (podrían ser los maravillosos poderes cósmicos) las tenéis al alcance de la mano en una serie de salas ubicadas en un mismo lugar (aquí está el espacio ‘chiquitín’ para ‘vivir’), y que los cambios entre salas no os van a llevar más de 2 minutos. En definitiva, imaginad EL PARAÍSO.
Se acabaron los ‘yo no pienso correr’ cuando los minutos entre sesión y sesión son muy justos para llegar de lado a lado de la ciudad, los ‘no hem de morir’ cuando se cruzan las calles sin mirar con el único objetivo de llegar a la sesión antes de que cierren las puertas. En este caso simplemente hay que levantarse de la butaca y salir silbando tranquilamente hasta colocarnos en la cola correspondiente a nuestra siguiente proyección.
El Festival de Sevilla se celebra en su mayor parte en el centro comercial Nervión Plaza. Si bien es cierto que algunas galas y las proyecciones con invitados se realizan en otras sedes más alejadas, para los que nos dedicamos a ver la mayor cantidad de películas posible el hecho de tener una sede principal, donde los cambios de sala se pueden hacer en tiempo récord (menos de dos minuto entre película, conseguí hacer el año pasado), es un auténtico lujo.
Además de lo mucho que facilita el horario para cuadrar las películas a poder ver, el hecho de estar situadas en unos cines tiene otras ventajas: hay salas de todos los tamaños (las grandes son muy grandes) y las butacas son tremendamente cómodas… Bueno, esto podría ser un inconveniente si la película que decides ir a ver justo después de comer te plantea el viaje interior del protagonista, un agricultor uzbeko, al tener que desplazarse de las tierras de sus padres a las tierras yermas del desierto de Almería (si alguna vez alguien ve esta película que avise y pediré derechos de autor). Pero, salvando esa circunstancia, se agradece el poder estirar las piernas y que el respaldo de la butaca llegue más allá de la mitad de la espalda.
3.- PEQUEÑO EN APARIENCIA, GRANDE POR DENTRO
¿Qué pasa si combinas un festival de tamaño pequeño, en cuanto a extensión (por ejemplo, el hotel donde se alojan los invitados se encuentra a escasos 100 metros de las salas de proyección, o medios de comunicación y acreditados), con una programación tan potente?
Pues que todo pueden ser ventajas para los que podemos disfrutar el festival desde dentro, la atención de todos los miembros del staff es maravillosa (vale, aquí el tener algo de sangre sevillana me hace barrer para casa). Quizás el hecho de poder tener un trato más personal (por el número de acreditados a tratar), hacen del festival un lugar muy agradable en el que moverse. Ese tamaño reducido hace que sean posibles ruedas de prensa en las que los equipos de las películas terminan dialogando en el hall del hotel con los periodistas o en mesas redondas (a la hora de la comida) que se convierten en distendidos encuentros con directores y actores.
Pero ese trato especial no lo reciben únicamente los acreditados, cuando uno se enfrenta por primera vez a las sesiones con público del festival y llega a la terraza superior del centro comercial, es posible que una sensación de agobio le inunde y decida volver a casa ante las largas colas que se montan para entrar a las salas. Pero nada más lejos de la realidad, la eficacia y rapidez con las que se deshacen las colas antes de las proyecciones demuestran que a pesar de parecer pequeño se están aprendiendo las cosas de los que funcionan (en este aspecto me recordó a San Sebastián) lo que significa que se está en el camino correcto para acabar convirtiéndose en un festival de referencia. Para eso únicamente hay que darles tiempo y que se puedan seguir puliendo los fallos o deficiencias (quizás una sala de prensa algo más preparada) aunque como bien dice un amigo mío ‘todo festival para funcionar debe conocer su límite’ y espero que cuando Sevilla lo alcance no pierda todos los elementos de cercanía y accesibilidad que lo hacen tan especial.
4.- CINE, CONCIERTOS Y LA NOCHE
Imaginad que además de las películas durante el día, el festival os ofrece actividades paralelas por la noche. O lo que es lo mismo: conciertos gratuitos durante TODOS los días que dura el certamen. Eso pasa en el SEFF. ¿Qué pasa si es tu primer año y quieres ver un poco de todo? Pues efectivamente que al final acaba pasando factura y terminamos por acuñar la frase ‘No hay que hacer un giraldillo de oro’.
Todo tiene una explicación, tras el segundo pase de Amor tóxico y tras haber quedado con Ann Perelló (actriz mallorquina, había que hacer patria) para vernos, decidí que era buena opción ir a hacer unas cañas al concierto de esa noche con el equipo de la película y algunos miembros de la organización del Festival. Hasta ahí todo bien. Pero se me olvidó poner en funcionamiento la Regla de Oro de las fiestas del Zinemaldia: ‘A las 2:30 nos vamos’ (la hora puede variar en función del cansancio pero NUNCA puede ir más allá de esa hora pues sino el descanso se va al garete y al día siguiente no hay quien se levante). Sin esa regla puesta en marcha, la noche se alargó más de lo debido (y de lo bebido), por lo que a la mañana siguiente decidí no ir al pase de las 9, pensando (iluso de mi) que era una película de una sección paralela. Pensamiento que decidí no comprobar (para qué, si tenía el horario perfectamente estructurado en mi cabeza). A la mañana siguiente, mientras desayunaba y me preparaba para ir al segundo pase de la jornada, decidí revisar mi horario (sí, a toro pasado) para descubrir que me había perdido La academia de las musas, que finalmente lograría el Giraldillo de Oro a la Mejor Película (meses después subsanaría este error en un viaje Madrid para asisitir a los Premios Feroz, pero eso es otra historia).
Así que ya sabéis si vais al festival disfrutad de sus conciertos pero evitad en la medida de lo posible ‘hacer un giraldillo de oro’ poniéndoos una hora decente para volver a casa ¿o no?
5.- ES SEVILLA
Es cierto que durante los días del festival uno se mete en una burbuja de fotogramas, actores, actrices, travellings, zooms, planos y contraplanos de los que es difícil salir pero cuando se tiene un rato libre el poder disfrutar de la que (para mí) es la ciudad más bonita de España, no tiene precio. Así que, si podéis y alguna vez visitáis el SEFF, dejaros algo de tiempo para perderos por la ciudad y descubrir alguno de sus maravillosos rincones. Yo os podría escribir un artículo completo de los sitios que visitar en Sevilla pero entonces estaríamos en un blog de viajes y este no es nada de eso ¿o sí?
Por todo ello os animo a que reservéis algunos días de vacaciones en las primeras semanas de noviembre y os acerquéis a disfrutar del Festival de Cine Europeo de Sevilla, si lo hacéis avisad y nos tomamos unas Alhambras (lo siento, no pienso pasar por el aro de la Cruzcampo).
Parecía imposible pero he llegado al final del artículo sin decir aquello de ‘Sevilla tiene un color especial’ y ahora que lo pienso todo lo que he escrito se podría resumir en esa misma frase. ¡Los del Río siempre adelantándose a su tiempo!
Carlos Fernández Herrera (@charlyr2d2)
Redactor de CINEol y miembro de la Asociación de Informadores Cinematográficos de España