«Leer poesía traducida es como darse una ducha en chubasquero»
El tiempo y las relaciones personales son tópicos recurrentes en el cine de Jim Jarmusch. Siempre presente, pero con una importancia aún mayor si cabe en su obra más reciente de ficción. En su última película, Paterson, el director diseccionaba el día a día de un conductor de autobuses con alma de poeta. Atendía especialmente a su relación de pareja: esa que unía a dos personalidades tan distintas como complementarias. Jarmusch incidía en la rutina de lo cotidiano y recetaba dosis de poesía para sobrellevarla.
La rutina como un espejo en el que los días se reflejan, se saludan y se repiten. Sin la poesía, todo parece concentrarse en áridos ciclos temporales (días, semanas) indistinguibles, apenas, entre ellos. La diferencia entre unos días y otros, entre unos personajes y otros, en este caso está en el acto de escribir, en el de crear. Pero pudiera encontrarse en la lectura, en ver películas. Rendijas por las que se cuela la luz que diferencia unos días de otros, unas vidas de otras.
En Solo los amantes sobreviven, su anterior cinta, Jarmusch jugaba con el tiempo en sentido contrario. ¿Cómo no caer en la rutina, en la desidia, si se dispone de tiempo infinito? Y, sobre todo, ¿cómo sobrevive una relación a la relativa calma que dan los siglos? Para desarrollar sus respuestas, Jarmusch necesitaba a dos personajes intemporales, su Eva y su Adán particulares. El vampiro como figura romántica. Quienes fueran a ver una historia romántica, saldrían decepcionados por las sanguinarias tendencias de los protagonistas. Quienes esperaban un clásica película de vampiros no encontraron aquí su ración de sangre y estacas. Sin embargo, aquellos que se acercaron a ella sin la visión impuesta de un género; aquellos que, conociendo a Jarmusch, se aproximaron a la película para dejarse llevar, posiblemente disfrutaran de una experiencia tan hipnótica como atractiva. Tiempo, amor, amistad. Tic, tac. Tic, tac.
Como es habitual en el cine del director norteamericano, ambas películas contienen innumerables referencias culturales. Mientras Paterson escribe, Adam toca la guitarra eléctrica. Uno disfruta de su biblioteca, el otro de su colección de vinilos. En ambas, sin excesos ni estridencias, Jarmusch seduce creando una atmósfera envolvente, en la que la banda sonora y la fotografía exprimen la belleza de cada momento. Pero, mientras que en Solo los amantes sobreviven Jarmusch desliga el amor, las relaciones fraternales de las ataduras del paso del tiempo (el tiempo es algo casi superfluo en esta historia de amores que abarcan siglos); en Paternson, los días, las horas, son debidamente marcados.
En ambas cintas el acercamiento a los personajes es similar, en cuanto el director parece prescindir de presentaciones o explicaciones superfluas de quienes son los personajes, así como de la realidad en la que viven o de cómo se ha llegado a ella. En cada diálogo, en cada escena, el director nos va dejando pequeñas dosis de información que ponen en perspectiva a los personajes y su presente, evitando todo aquello que no sea imprescindible para acompañar a los protagonistas. Así, vamos conociendo a Eve, a quien da vida Tilda Swinton, un prodigio de actriz que desaparece en cada personaje, y que aquí encarna la serenidad y la inteligencia que dan una vida en la que las décadas se amontonan y confunden. Eve es el lado racional de ese amor eterno, cuya vertiente melancólica es el Adam de Tom Hiddleston. El inglés compone su personaje desde el hastío, la añoranza en el que se ha instalado el personaje. Eso sí, en ciertos momentos también da rienda suelta a la pasión. El conductor Adam Driver (sí, Jarmusch es así), parece disponer de todo el tiempo del mundo, pasea y observa. Escribe porque entiende la vida, su vida, a través del negro sobre blanco. De los cuatro protagonistas, Laura, su esposa, parece ser el más personaje desdibujado. Aunque puede que se trate del carácter elusivo de la musa.
La madurez artística y personal de Jarmusch, cuyo inicio podríamos marcar con Solo los amantes sobreviven, parece alejarle de esos personajes más radicales de películas anteriores. Quizás ha dejado algo de su levedad por el camino, ya que parecen personajes más conscientes de sí mismos. Sea como sea, siguen siendo caracteres más que interesantes, con los que apetece charlas horas y horas. Tiempo, amor, amistad. Tic, tac. Tic, tac.