Jornada de películas oscuras. Ya lo dijo Hobbes, «El hombre es un lobo para el hombre». Bartas y Kulumbegashvili le dan la razón con dos propuestas radicalmente opuestas.
In the dusk: la oscura metáfora en la oscura Lituania

Año 1948. Como la vida del joven Ounté, la película de Šarūnas Bartas tiene dos escenarios fundamentales, dos luchas fundamentales. Por un lado, el interior del hogar familiar. Una familia lituana que escenifica la lucha de clase, al tiempo que trata de sacar partido de la invasión soviética. Por otro lado, los bosques en los que se agrupan los partisanos, que tratan de evitar dicha invasión. En esa atmósfera gris, vamos descubriendo que dentro de cada personaje está su mayor enemigo. La oscuridad parece amparar a quienes traicionan al compañero, al vecino. El lobo solo busca sobrevivir.
Pero el lobo, preocupado por salvarse no es capaz de reconocer que el enemigo está detrás de la espesa niebla que le rodea, pero también en el compañero con el que comparte una ración de gachas. Así, traición tras traición, alcanza a ser testigo de honor de su propia desgracia. De esta manera, cuando la película se sitúa en espacios abiertos, más oscura se va tornando. Bartas no da tregua al espectador, como los soviéticos a los lituanos, los burgueses a los obreros. En la oscuridad permanente no hay espacio para la esperanza, parece decirnos el realizador.
In the dusk es una película densa, incómoda en muchos momentos, pero que, paradójicamente, logra atraparnos. Y tienen uno de los mejores trabajos de fotografía de esta edición.
Beginning: una mujer bajo la influencia

Independientemente de que forme parte del palmarés de esta edición, es muy posible que el debut de la realizadora georgiana Dea Kulumbegashvili sea la película de este Festival. Una propuesta radical en su formato y en la forma de interpretar el relato que ha dividido a la crítica. Y eso es algo positivo, porque implica que no ha dejado indiferente a casi nadie.
Una película que nos obliga a olvidarnos de los códigos convencionales y reta al espectador a sumergirse en la asfixiante vida de su protagonista sin la seguridad del lenguaje conocido. Exigencia, reto… ¿Y qué nos da la película a cambio? Pues indudablemente mucho más de lo que nos pide.
Estilísticamente, es una de las propuestas más audaces que hemos visto en mucho tiempo: largos planos generales, largos medios planos... La distancia de la cámara y los personajes como elemento de transmisión de la distancia de Yana, interpretada por Ia Sukhitashvili, de su entorno y de su vida. Los actos violentos que suceden fuera de plano y aquellos a los que la cámara no se acerca, o el uso del espacio rompen con lo esperado, pero no preparan al espectador para un final asombroso y redondo.
De manera similar a lo que propone Bartas en In the dusk, pero mediante un uso del lenguaje cinematográfico muy diferente y siendo aquí el componente en torno al que se define la traslación de la película, la religión se erige como ese elemento asfixiante, utilizado para controlar a los creyentes mediante el temor.
Un debut audaz no apto para todos los públicos, pero que compensa con creces el esfuerzo que requiere.