[69 SSIFF] Algunas reflexiones sobre la última edición del Festival

Finalizada la segunda edición en Pandemia, llega el momento de reflexionar sobre algunos aspectos de la misma.

Reflexión 1: sobre la robustez de una institución

La capacidad de reacción y la de adaptación son dos indicadores de la salud de una empresa/institución. En el año 2020, tras meses de confinamiento, toques de queda y restricciones, el Festival de San Sebastián pudo llevarse a cabo. Se “improvisó” un sistema de venta de entradas on line que, para los acreditados, se tradujo en la reserva de invitaciones para poder ver las películas. El número de filmes se redujo y la organización estableció protocolos para tratar de minimizar los contagios. Con todo ello, el Festival consiguió llevar a buen puerto una complicadísima edición. La imagen con la que nos quedamos los acreditados fue la de una edición que había superado las dificultades. 

Un año más tarde el sistema improvisado para la venta de entradas no lo era tanto. Ninguna mejora en la experiencia de usuario, caída de servidores, etc. El incremento de acreditados y el mantenimiento del aforo en el 50%, se ha traducido en dificultades para poder escoger las películas deseadas y aún más las sesiones. El aforo no depende del festival, está claro. Pero no había un “plan B” para poder adaptarse al probable y finalmente confirmado aumento del aforo (al 75% el mismo día que se inauguró el Festival). En cuanto al incremento de acreditados: quien confirma o niega las acreditaciones es el Festival. Con todo ello (inamovilidad del aforo y aumento respecto al año anterior de los acreditados), el resultado final de incomodidades, protestas y demás era más que previsible. 

Reflexión 2: para una misma falta, distinto castigo. 

Los Festivales, en función del tipo de acreditación, tipo de trabajo y distintos indicadores de impacto de cobertura, han creado un sistemas de “castas”. Acreditaciones que en función de un color te dan acceso a mejores localidades, por ejemplo. O prioridad de acceso para recogerlas. Lo sabemos y lo aceptamos. Hasta ahí bien. 

El problema de esta edición no ha sido que los de un determinado color pudieran acceder antes a la reserva de entradas, sino que podían seleccionar las de todo los días del Festival, mientras el resto iba sacando con 24h de antelación. Pero eso no indigna. Lo que indigna es que esto se justifique diciendo que de esa manera, pillando las invitaciones día a día, pueden castigar a aquellos que no asisten a un pase sin justificar ni cancelar la entrada. Entonces, si un “privilegiado” no asiste al pase, no hay castigo, pero para el resto se anulaban las invitaciones del día siguiente. Facilidades de acceso, se aceptan. Impunidad para una misma falta… Resulta difícil de comprender. 

Reflexión 3: sobre la eliminación de los premios para actor/actriz

Preferencias sobre quién es más merecedor de un premio aparte, el eliminar la distinción por sexo parece acertada. Se premia el trabajo actoral. No a la interpretación realizada por un hombre o una mujer. De lo que dudamos en este caso es de haber entendido el premio a la interpretación de reparto. Entendida por su denominación más tradicional,  “secundarios”, no se comprende el premio para el elenco de la película de Jonás Trueba. Que no haya un protagonista claro, o haya varios, no implica que todos sean “de reparto”. O secundarios. 

Reflexión 4: sobre la Concha de Oro

Salvo contadas excepciones, la rumana “Blue moon” tuvo mala acogida. Tanto la crítica profesional como la no profesional estaba de acuerdo en que esta propuesta gritona era lo menos destacable de esta edición.Que el jurado haya decidido darle el máximo galardón del Festival no cambiará esa percepción. Un jurado valiente que han premiado la propuesta que han estimado oportuno sin importarles el alboroto que generarían. 

En cuanto a que la Concha, el Premio Especial del Jurado y dirección hayan recaído en películas dirigidas por mujeres, se está ligando a que el jurado era mayoritariamente femenino. Sin embargo, a excepción de la Concha, tanto “Earwig” como “As in heaven” se calificaban como premiables en corrillos, artículos y tablones de puntuación. Y, en muchos casos, más por la sensibilidad que se presume a los miembros del jurado que por el hecho de ser mujeres en sí mismo. 

En cualquier caso, bronca estéril que no lleva a ninguna parte. Quedémonos con la valentía. Siempre. 

NOTA: todas las fotos son propiedad del Festival de San Senbastián

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