‘La niña de fuego te llama la gente y te están dejando que mueras de sed’. Ay Caracol, si yo te contara, más razón que un santo, hijo. Durante la noche de los cabezones y las cabezadas, echamos en falta una fuente en la que inclinarnos a beber, una fuente que nos saciara la sed…
Autor: Darbon_
Se dice que siempre estamos dispuestos a creer aquello que nos gustaría que fuera cierto.
Yo creo en el amor con acento francés y en el equilibrio sustentado en François, Antoine y Christine, en los besos que se roban y en el amor que, a veces, se fuga; no creo en dioses que no se apelliden Wilder y Trueba, esos que saben que cada náufrago encontrará las pisadas en la arena que acaben en un TÚ; creo en la elegancia que nace en lo más alto del coliseo, aunque sea (sólo) un truco de Gambardella heredado del GRAN(t), Cary Grant; no creo en más Paradiso que en el que Morricone se encarga de la música y Alfredo de los besos; creo en amores que caben en un silbido; creo en la gente que se pierde para luego poder ser encontrada en un abrazo eterno y silencioso en lo más alto de Japón; no creo en el humor sin la ironía fina de plácidos y verdugos; creo en la caza que no necesita más que un disparo, un solo un disparo; creo en famiglia que permanece unida mediante sangre y la lealtad, cannolis y (no) pistolas; creo en la gente a la que le digo CINE y me contesta VEN.
Al fin y al cabo, somos aquello en lo que creemos.