Festival de San Sebastián 2018: día 5. Gente en sitios

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Seguimos el repaso de la Sección Oficial con dos películas que viajan al pasado. The Black Book nos lleva a la Europa convulsa de finales del siglo XVIII. Angelo retrocede un poco más (pero también en el siglo XVIII). Películas de faldones que no han convencido demasiado.

The Black Book: no sin mi/su/nuestro niño

The Black Book bien podría subtitularse Gente en Sitios. Gente que va, gente que viene, que atraviesa fronteras en pleno inicio de la Revolución Francesa… pero aquí no pasa nada. Gente que va de Roma a Londrés, ensimismada en su drama personal mientras a su paso intuimos lo que debiera ser un continente al borde del colapso. Porque lo cierto es que más allá de ciertas referencias históricas y de algún personaje con apellido ilustre, si no tuviéramos algún conocimiento de las fechas en las que se desarrolla la historia, nos costaría imaginar que mientras se suceden el enamoramiento (al principio correspondido, luego no), seguido de la indiferencia (que al principio la protagonista acepta con dignidad, luego no), para desembocar en el hastío y los reproches (aquí la protagonista ya está en los límites que separan el drama del esperpento), está cayendo un régimen, acabará instaurándose uno nuevo y que un militar corso trataría de refundirlos.

Aún desconociendo la novela de Camilo Castelo Branco en la que se basa la película, el mezclar personajes extraídos de una novela de Jane Austen (de una Jane Austen un poco pasada de vueltas) con una trama sociopolítica tan complicada, deja en evidencia un guion, de Carlos Saboga, que no da con la tecla necesaria para que las idas y venidas de los personajes nos interesen mínimamente. Hacia el final, la resolución a lo «momento Marta» (Batman vs Superman. Zack Snyder, 2016) con giro dramático echa por tierra la redención hacia la que avanzaba la última parte de la película de Valeria Sarmiento.

Angelo: un negro en la corte vienesa

En El moro de Pedro el Grande, Pushkin narraba la historia de un moro integrado en la vida social parisina pero que regresará a Rusia, de la que había salido años atrás, para formar parte de la corte de Pedro el Grande. El relato está basado en la historia de del tatarabuelo del autor. Angelo relata una historia similar en corte vienesa del siglo XVIII.

Desgraciadamente, cualquier parecido entre el guion de Alexander Brom y Markus Schleinzer (este también dirige la película) y la novela de Pushkin es pura coincidencia. 

La película se mantiene distanciada de cualquier emoción. Su asepsia acaba por destruir aquello que funcionaba bien y le resta personalidad.  

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