Foto: Ibai Zabala (Goiena)
Vision, de Naomi Kawase era una de las películas más esperadas de esta edición del Festival para quien escribe estas líneas. La película, que ha sido recibida con cierta frialdad, es una vuelta al cine contemplativo, algo místico, de la realizadora. También se ha presentado en sección oficial Illang: la brigada del lobo, del realizador coreano Kim Jee-woon.
Vision: Quién te amará
Vision es Kawase volviendo a Nara y a las relaciones de sus personajes con la naturaleza. Es retomar el misticismo, la búsqueda de respuestas en los otros y en el entorno natural. Es superar las barreras de costumbres y lenguajes para comunicarse. Kawase vuelve a Nara y, al mismo tiempo, a Nanayo y a Hanezu. Pero esta vuelta ya no es cámara en mano. Es un acercamiento menos curioso a lo que la rodea, quizás. Que sacrifica el amor por los pequeños detalles para mostrarnos la majestuosidad de ese espacio que entiende y cuida Satoshi (Masatoshi Nagase).
Nagase tiene un personaje, al fin, menos hosco que los que le suele escribir Kawase. Alguien de quien sabemos más bien poco, su Satoshi, acepta primero y persigue después, la soledad que le proporciona la montaña. Su relación con Jeanne (Juliette Binoche), resume el enfrentamiento entre el bosque, como elemento significativo de orígenes, y la ciudad, como el avance alienador. Entre la aceptación de lo que le sucede uno y la búsqueda de respuesta, e incluso soluciones, para ello. Entre lo místico y el cuidado de las tradiciones y la necesidad buscar algo más. Es Kawase en estado puro, a poco que lo pensemos.
De nuevo basándose en una fotografía delicada y cuidada, Kawase nos emborracha de los bosques de Nara. Transmite, en cierta manera, la saturación de belleza que percibiría cualquiera de nosotros de hallarnos en el lugar de Jeanne. La búsqueda de Vision, una planta mística que nace cada 997 años, se convierte en algo mucho más introspectivo. La primera parte de la película combina ese componente con la sensualidad del descubrimiento, no ya corporal sino también espiritual, del otro. Porque, aunque Satoshi sea el personaje que vivía aislado, es Jeanne quien ha logrado alejarse de los otros de una forma mucho más efectiva, ya que su desapego es afectivo. Una relación amorosa con final trágico, que Kawase construye de manera sencilla, solo con lo esencial, en varios flashbacks, nos deja intuir que es lo que ansía conocer Jeanne a través de Vision. Es en esta primera parte cuando la película funciona mejor, cuando el equilibrio entre el drama y el romance está redondeado por algún que otro componente sobrenatural.
Cuando tras un periodo fuera, Jeanne vuelve a Nara, la película avanza hacia su resolución padeciendo algo de colapso. La importancia y el peso que han ido tomando las distintas tramas, hacen que el final ceda y parezca algo acelerado, demasiado dependiente de sus componentes mágicos. Aun y así, el conjunto nos devuelve a una Kawase que se aleja de su vertiente para todos los públicos. Alejamiento que no implica renuncia en ningún caso, ya que la realizadora mantiene un planteamiento accesible en lo visual. En conjunto, Vision no es una película redonda, pero rehuye de lo fácil para construir un relato en el que cada imagen destila belleza.
Illang: la brigada del lobo: Kim Jee-woon para todos los públicos
Illang visita un futuro en el que los propios coreanos sabotean un intento de reunificación que deriva en un proceso sangriento. Muestra los intentos de todos los estamentos por mantener sus privilegios y como las sanciones de las naciones más poderosas acaban por ahogar una economía que, en el 2029, se puede calificar de maltrecha. Desarrolla la cinta un enfrentamiento a tres bandas: un grupo terrorista armado, La Secta; la Unidad Especial de la policía, creada por el mismo presidente para acabar con La Secta; por último, el servicio de inteligencia, que luchará por mantener el poder que les va arrebatando la Unidad Especial. Luchas intestinas, espías, traición… Illang: la brigada del lobo, elude lo sociopolítico, que solo utiliza para introducirnos en la historia, para mostrarnos la violencia retro alimentada en las cloacas del estado.
La película, que parte de una premisa bien construida e interesante, tiene un reparto que, si bien no destaca, cumple con creces lo que se espera de cada uno de ellos. Su metraje, 140 minutos, se antoja algo largo y, aunque no aburre en ningún momento, hay momentos en que parece algo falto de ritmo. La principal pega que se podría poner a la película apunta al que quizás sea el motivo por el que se ha realizado: Netflix. En el sentido que, en algunos momentos, parece que se ha rebajado el sangriento hiperrealismo de Kim Jee-woon. Sea como sea, la película no va mucho más allá de ser un buen entretenimiento.
También vimos:
Baby (Jim Liu). Este drama chino cuenta la historia de una joven nacida con el síndrome VACTERL (un síndrome que afecta gravemente a varios órganos, para sobrevivir se requieren varias operaciones arriesgadas), que fue abandonada por sus padres. Una joven agradecida a su familia de acogida, que revivirá su propia historia cuando, mientras trabaja en un hospital, conoce a un padre cuya hija está afectada por el mismo síndrome, pero ha decidido no tratarla.
La película, formalmente correcta, se hace algo reiterativa, pero funciona bien como un relato diferido del maltrato que vivió la joven protagonista.