Cuando queda poco para acabar el año, es momento de hacer balance. O de dejar constancia de aquello que nos ha parecido relevante, nos ha emocionado, hemos aborrecido… El cine nos ha dado un año con títulos notables y muchos de ellos los han dirigido mujeres.

Una de las revelaciones del año vendría, cómo no, de Asia. De Vietnam. La realizadora Ashleigh Mayfair ha plasmado en The Third Wife, su opera prima, un drama fuertemente anclado en la tradición y costumbres de su país, que crece y se desarrolla con una mirada femenina que rehuye de la complacencia. Con buen pulso para el drama, Mayfair permite que la película avance con su ritmo, sin acuciar a sus personajes, sin confundir el desarrollarlos sin urgencia con la imposición de un ritmo impostado.

Mayfair se hizo con el premio a la Mejor Película Asiática en Toronto y el Premio TVE – Otra mirada del Festival de San Sebastián. Se convierte en uno de los nombres a seguir en los próximos años.
- Viaje al cuarto de una madre (Celia Rico)
Primer largometraje de la realizadora Celia Rico, también premiado en San Sebastián (Premio de la Juventud). Una historia de esas que denominamos «pequeñitas» y que, quizás, sean las más profundas. En Viaje al cuarto de una madre, Rico nos cuenta una relación materno-filial aún lastrada por la pérdida del padre. Una madre (Lola Dueñas) y una hija (Anna Castillo), junto con Rico, construyen una historia cuajada de detalles, de momentos que no se remarcan, pero que ilustran tanto la relación de los dos personajes como problemas que la sociedad actual afronta.

Quizás uno de los mayores aciertos de Rico cómo guionista sea su capacidad de contarnos tanto de una forma tan sutil. Como directora, no cabe duda que su trabajo con los actores es de las más acertados de este año. Pero también lo es el manejo del espacio. Sobre todo en lo que se refiere al hogar, ese piso pequeño, pero con tantas historias vividas y no contadas.
- Sueño Florianópolis (Ana Katz)
Premiada por partida doble en Karlovy Vary (Premio Especial del Jurado y Mejor actriz), en Sueño Florianópolis asistimos a un relato desde el punto de vista de su protagonista, Mercedes Morán, de lo que deberían ser una apacibles vacaciones en familia. Deberían, pero no. Según pasan los días, acabarán desembocando en una catarsis grupal.

La propuesta de Katz, rehuye de dramas con moralina sobre matrimonios con hijos en plena crisis pre-nido vacío y se centra en darle veracidad a sus personajes. Una propuesta interesante en la que la protagonista no es ni la adúltera destruye-hogares, ni la madre abnegada que acepta cualquier falta su pareja «por el bien de sus hijos».
- Visión (Naomi Kawase)
Posiblemente, una de las películas que más esperaba este año. Irónicamente, una de las que más descolocó. Y, finalmente, un título que, reposado y analizado sin prisas, cobra fuerza. Una historia de amor, de búsqueda personal y sentimental, que sitúa a Juliette Binoche en los brazos de Masatoshi Nagase (y en Nara, cuya naturaleza adquiere una matiz místico).
Binoche aporta su serenidad y la naturalidad desarmante con la que es capaz de sonreír en una escena y derramar conmovedoras lágrimas en la siguiente. En cuanto a Nagase, habitualmente taciturno en sus colaboraciones con Kawase, aquí disfruta de un personaje más en paz con la vida que ha decidido llevar.

El regreso de Kawase a Nara marca también el regreso de su cine a planteamientos más místicos, en búsqueda de la comunión de los personajes con la naturaleza que les rodea. Y el conflicto entre personajes es también el conflicto con el propio pasado. Capa tras capa, Kawase desnuda a sus personajes, a su película. Aunque difusa en algunos momentos, posiblemente sea una de las películas más hermosas del año.
- Lazzaro feliz (Alice Rohrwacher)
Rohrwacher es, de esta lista, una de las directoras con una visión más compacta de la historia y de como plasmarla en celuloide (sino la que más). Con un manejo de cámara casi prodigioso, la dirección de Rohrwacher es consciente del espacio en el que se desarrolla la historia y abarca su totalidad sin apabullar.

La película cuenta con una primera parte, desarrollada en el ámbito rural, prácticamente prodigiosa. Según avanza hacia lo urbano, lo actual, la cinta pierde algo de sus frescura y su brillantez se apaga un poco ante lo evidente del discurso.
- High Life y Un sol interior (Claire Denis)
Este año se estrenaba Un sol interior, película premiada en la Quincena de los Realizadores (Cannes 2017). Añorada en la Sección Oficial, Denis presentaba un retrato de la mujer en plena crisis de pareja, de identidad, de relaciones… Aquejada, además, por un sentimiento de culpabilidad causado por su propia sensación de no adaptada y por la creencia, errónea, de que esa sensación es una expresión de frivolidad.

Una maravillosa interpretación de Juliette Binoche, quien volvería a trabajar con Denis en la radicalmente diferente High Life. La odisea espacial protagonizada por Robert Pattinson levantó pasiones en el Festival de San Sebastián. Denis aísla a una serie de personajes en la nada, en el vacío espacial, como experimento sobre las emociones humanas llevadas al extremo. En este caso, y como también sucede en First Man, las naves espaciales son lo de menos.
- Caras y Lugares (Agnes Varda)
Agnes Varda fue, sin duda, una de las protagonistas del año. Su carisma, olvidado por unos y desconocido por otros, rivaliza con su buen hacer como directora. En Caras y Lugares, dirigida junto al fotógrafo y muralista JR, vemos su forma de hacer cine y la de entender la vida. Momentos hilarantes y momentos emotivos, pero todo observado con la curiosidad que aún siente la realizadora.

Pocas veces esa frase tan (mal) utilizada «si no existiera, habría que inventarla» ha sido tan acertada.