El cine de Naomi Kawase (VIII): sus (pen)últimas películas

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Una de las películas incluidas en la Sección Oficial de la próxima edición del Festival de San Sebastián será Asa ga kuru (True mothers). La cinta formaba parte de la selección oficial de películas de Cannes 2020, cancelado por la covid-19. Kawase, una habitual de ambos certámenes, volverá a la maternidad como argumento central de su obra, esta vez desde la ficción.  Pero antes de que llegue el certamen donostiarra, repasemos las últimas películas de una de nuestras realizadoras favoritas. 

Aguas tranquilas (2014)

Presentada en la Sección Oficial del Festival de Cannes y seleccionada como una de las Perlas de aquel año en el Festival de San Sebastián, Aguas tranquilas es una de las películas más redondas en la filmografía de la realizadora. La historia de crecimiento personal de los adolescentes que la protagonizan, la envolvente fotografía de Yutaka Yamasaki… Todo fluye en perfecta concordancia con el entorno natural de la isla de Amami. 

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Es una de sus obras más personales, pero también más reconocible en su tratamiento de la naturaleza, así como la presencia e importancia de la figura materna. Pero el peso específico de los personajes adolescentes, de su crecimiento personal y la sutil forma en la que el entorno dialoga con el relato fílmico, hacen de ella una más que destacable película. 

Personalmente, fue mi primer encuentro con el cine de Kawase. Con el que, desde ese momento, he vivido una sana y bonita historia de amor. 

Una pastelería en Tokio (2015)

Presentada en Un Certain Regard y el Festival Internacional de Valladolid, Una pastelería en Tokio marcó la primera colaboración de Kawase con el actor Masatoshi Nagase. Secundado por Kirin Kiki y  Miyoko Asada, el actor destaca en un relato amable en la superficie, pero que guarda la historia de unos seres inadaptados y excluidos sociales.  

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En estas últimas películas destaca el trabajo de Kawase con los actores, quizás el más depurado de su carrera. Pero eso no impide que la historia pierda un poco de la delicadeza de obras anteriores. 

Hacia la luz (2017)

Hacia la luz compone un estudio del poder de la visión, o de su ausencia, tanto física como emocional. El poder de la imagen, personificado en el fotógrafo con ceguera parcial al que da vida Masatoshi Nagase, y el ser capaz de ver a través de la palabra como choque de impresiones y sentimientos. 

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La película presenta ya desde el principio con un interesante juego de dualidades. El fotógrafo que pierde la vista y la joven que no sabe interpretar lo que ver. Dos ciegos en lo que se refiere a sus propios sentimientos. Fue una vuelta al equilibrio entre naturaleza y relato. 

Vision (2018)

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Un equilibrio que se fue al traste con su penúltima película. Una obra que podría funcionar si aisláramos sus componentes: la historia de amor de sus protagonistas y su relación con los bosques de Nara. La historia acaba cayendo presa de su indecisión por un camino y tratar de juntar un relato que, a diferencia de Aguas Tranquilas, no logra formar algo compacto y con entidad. Un paso atrás de una realizadora de la que esperamos mucho. 

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