[69 SSIFF] Séptima jornada. Quién lo impide.

Iniciamos el descenso que nos ha de llevar a la Clausura, mañana, del Festival. Pero aún quedan varios capítulos más que contar de esta historia.

“Quién lo impide”: realidad y ficción de una adolescencia en suspensión

Era inevitable que en esta edición del Zinemaldia hubiera algún homenaje a Rafael Berrio. Lo era menos que este llegara de la mano de Jonás Trueba, en cuyas películas ya ha asomado alguna vez el fallecido músico. En esta ocasión ya el título del proyecto parte de un tema suyo. 

“Quién lo impide” se mueve entre el documental y la ficción. Nos muestra la selección, la preparación y demás de ese grupo de jóvenes que dan vida a esos adolescentes con los que el director pretende cambiar la imagen que tenemos de los jóvenes. El proyecto se había  presentado anteriormente como un conjunto de cuatro piezas. Dos documentales, “Tú también lo has vivido” y “Principiantes”, y las dos de ficción “Sólo somos” y “Si vamos 28, volvemos 28”. A esas cuatro piezas se añadió un invitado indeseado: la pandemia. Desde el principio, con la llamada vía zoom, vemos cómo los jóvenes ya llevan un tiempo sin verse y están a la espera de que el director les de noticias del proyecto. La llamada en las que les dice que la película es una realidad es el punto de partida. A partir de ahí, 220 minutos de jóvenes que se imaginan y ficcionan a sí mismos. Porque si algo nos queda claro es que incluso cuando están siendo ellos mismos, preparando el proyecto, no dejan de ser conscientes del poder de la imagen que proyectan. 

Si tienes quince años

y pretendes escapar

con eso basta y sobra para hacerlo

podrías irte antes

de que estas luces de ciudad

se apaguen para siempre sin remedio

Quizás lo más interesante de la primera parte de esta cinta reside en la disociación entre el personaje y la persona que lo interpreta. Ya que, a pesar de que en muchos casos ambas figuras comparten muchas ideas y vivencias, es importante el estudio de esos adolescentes desde el punto de vista de lo que dejan filtrar de ellos mismos a los personajes y cómo las vivencias de estos los transforman.  

Quizás no está entre los objetivos que comenta Jonás Trueba con ellos, pero la retroalimentación es una constante que alienta a continuar con el viaje cuando los monólogos de voz alta de planteamientos existencialistas pueden resultar un recurso obvio y mal ubicado (ellos mismos te lo decían, Jonás: aunque la de todos no, la voz en off de un único personaje sí funciona). 

podrías cambiar tu nombre

por otro que suene mejor

acabar con tu linaje de una vez por todas

apuntarías en un cuaderno

un nuevo código de honor

pero siempre en verso, nunca en prosa.

Los tramos ficcionados de la película funcionan bien: ritmo y personajes interesantes. Situaciones creíbles (¡Ese viaje de estudios!) y diálogos divertidos. En esas partes, cuando menos visible es la manos de Jonás Trueba mejor fluye la película. Figura omnisciente, cuando no está a Trueba se le intuye en lo que vemos en pantalla, pero cuando parece dar rienda suelta a los jóvenes y estos responden con la frescura que han demostrado tener y que el realizador coarta en algunos momentos. La ficción no genera conflicto con las partes documentales en las que el realizador es otro “personaje más”, algo que sirve de testimonio de lo interiorizado que tienen los personajes.  

Quién lo impide

quién lo impide

quién lo impide: nadie lo impide.

Tomarías el camino

que corre lejos del arcén

el que toman aquellos que no se arrepienten

La parte documental, siendo muy interesante, fluye más en la parte que se gesta el proyecto. Los comentarios, discusiones, etc. Todo encarado de tal manera que su inclusión con la ficción es equilibrada. Sin embargo, la última parte de la película, en la que entran en juego la pandemia y el concierto de los jóvenes en Madrid, decae mucho. En una película que se divide en tres partes, separadas por sendos interludios, las dos partes resultan cercanas y consecuentes. Pero hacia su parte final, la película parece una colección de momentos alejados de la estructura inicial, con una voluntad de dejar constancia de “cómo se hizo” que resulta reiterativa. 

podrías ver en las cosas

cosas que antes no podías ver

y aún despierto serías un hombre que duerme

pasarían las estaciones

y olvidarías hablar

olvidarías incluso tu propio recuerdo

Esa tercera parte es la que traiciona la voluntad de Trueba de permitir que los jóvenes hablen por sí mismos. El propio director está tan presente que confirma que ha caído en la trampa: es la visión que él tiene de la juventud la que nos muestra. O lo que le gustaría que fuera la juventud actual. Como tantas veces sucede, el realizador no puede evitar conducir más de la cuenta. Y es que, aunque él se define durante la película como un adolescente, ya no lo es. Eso da pie a una “sobre-dirección” que deja un final un tanto alevoso. Sin embargo eso no impide disfrutar la película. Ni impide desear poder seguir escuchando a sus protagonistas. 

inspirado en el valiente

con su misma dignidad

como quien corta una rosa podrías fundirte al suelo.

Pero uno nunca se decide

un hombre nunca se decide.

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