[AFF2022] Broken keys: la tecla de la libertad

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Con banda sonora del oscarizado Gabriel Yared, el Atlantida se inicia con esta película libanesa. La cinta fue seleccionada para la Sección Oficial del Cannes que la pandemia canceló (2020) y representó a su país en los Oscar.

Broken Keys (Jimmy Keyrouz, 2021)

En todo conflicto con trasfondo religioso, o de políticas represoras, existen siempre varios componentes comunes: los colaboracionistas, los disidentes y un desprecio casi total por la cultura. Se queman libros, se prohíbe la música. Todo aquello que pueda proporcionar algo de paz y tranquilidad espiritual. Sobre esto nos habla la cinta de Jimmy Keyrouz.

En una ciudad de Oriente Medio, sitiada por un régimen militar de extremismo islamista, malviven Karim, un pianista, y su familia. El piano que tienen en su casa, que Karim apenas puede tocar de forma clandestina, se convierte en un símbolo de la libertad. Karim lo toca como muestra de desobediencia, al tiempo que lo quiere vender para conseguir el dinero que le permita salir del país. Dañado por los disparos de un militar, ese símbolo malherido hará que Karim emprenda un viaje a una zona más conflictiva aún, buscando piezas para reparar la llave para un futuro mejor. Ese viaje permite a la película mostrarnos la destrucción de un país que ha sucumbido a las bombas.

En el camino Karim se relacionará con personajes que tienen su propio relato en este tipo de conflictos: organizaciones paramilitares femeninas que luchan por unos derechos que se les escurren entre los dedos de los militares que las engatillan; gente que está dispuesta a ayudar sin preguntar. Ese viaje de vida y vuelta, no parece alterar la intención de Karim de no luchar. Al menos, con armas. Porque su intención de arreglar y vender el piano le enfrenta al resto de su familia. Al final, Karim entiende que el piano es también un arma. La suya, la que él puede y sabe manejar. Las teclas rotas del piano, como la sociedad rota en la que vive Karim, reconstruidas para ser utilizadas en la lucha. Potente y desalentadora analogía, que nos demuestra, una vez más, que no tomar parte en un conflicto significa que, de una manera u otra, se toma partido.

Para construir su relato, Keyrouz utiliza un montaje sobrio, en el que la cámara no rehuye de los momentos más duros. Sin embargo, hay algo aséptico en su acercamiento, que si bien hace que la cinta no caiga en excesos emocionales, puede resultar algo frio. En cualquier caso, Keyrouz parece funcionar con el «menos es más», algo que se agradece en una ópera prima como lo es esta Broken Keys.

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