Turno ahora de hablar de dos películas que han frenado un poco el buen ritmo de la Sección Oficial. El relato pornomúsicosentimental de Il Boemo y el pornomelancólico de Lalo Santos.

Il Boemo: los «trapos sucios» de un compositor del siglo XVIII
Los trapos sucios, autobiografía de Mötley Crüe, está considerada una de las mejores biografías del rock. En ella, los miembros de la banda relatan todos los excesos, vicios y juergas sin fin que se les presupone a toda estrella del rock. En la Venecia del siglo XVIII las estrellas del rock eran los compositores (clásicos) del momento. Así, esta Il Boemo nos relata las vicisitudes del compositor checo Josef Mysliveček, que tratara de buscar fortuna en Venecia y que, tras varios romances y desencuentros, acabará encontrando el éxito en Nápoles. Mysliveček, sin ser uno de los compositores más reconocidos hoy en día, tiene una extensa obra y su biografía se cruza en algún momento con la de Mozart.
La cinta que dirige Petr Václav tiene los componentes que se esperan en una película de este tipo: magnífico vestuario, una dirección artística muy cuidada, mucha música, sopranos, nobles y hasta reyes que disertan sobre la heces que acaban de producir. Las características audiovisuales de una obra eminentemente clásica, con los personajes de una alta sociedad que aún ha de conocer los efectos de la revolución de la vecina Francia. Y entre ellos, ese músico que ansía el reconocimiento de su obra y la posición, que imagina elevada, que esto debería traer consigo.
El principal problema de la película es que siguiendo las idas y venidas de su protagonista de palacios a teatros y de cama en cama, la propia trama se pierde en ese deambular. Cierto exceso de metraje que acaba arrastrando la película a una especie de sopor del que ni los briosos acordes de Mysliveček parecer ser capaces de sacarla.
Pornomelancolía: ¿hacemos una porno?

Pocos títulos tan autoexplicativos encontraremos en esta Sección Oficial como el de esta Pornomelancolía. El estado melancólico que parece no abandonar al protagonista ni siquiera cuando está rodando alguno de sus vídeos que más tarde subirá a alguna web de contenido para adultos. Una melancolía que se hace patente en la escena en la que junto a varios actores pornos comentan su condición de seropositivos. Quizás la escena más significativa, que se centra en la persona y no en el producto pornoinfluencer. Un acercamiento al Lalo Santos real, que va más allá de la concatenación de imágenes eróticas entre hombres.
Si se lee más allá del título y de la polémica, nos queda de esta cinta la sensación de una oportunidad malgastada, que aporta poco o nada en su presentación audiovisual. Al final nos gustaría que esas escenas en las que el protagonista conversa se alargaran para poder conocerle un poco más. Pero no es así y posiblemente se hablará más de los abandonos de la sala por parte del público que de la propuesta en sí.