Carta de amor e intenciones a Paolo

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Cri, cra, cri, cra.

Un papel baila al ritmo de la música. Se suceden imágenes. Una tras otra, una tras otra.

Cri, cra, cri, cra.

El baile sigue, la música te inunda. Tacones, suspiros, gotas, tijeras, zis, zas. Punzadas de belleza pesada, medida y dosificada.

Ya me tiene. Estoy dentro (otra vez). Rendida. A sus pies (otra vez).

Aunque, ¿sabéis lo peor? Paolo Sorrentino ya me tenía incluso antes de ese minuto que dice tanto en tan poco.

Paolo Sorrentino se hizo con mis defensas y mis corazas – y lo peor de todo es que fui consciente de ello- el 30 de enero de 2014. La pantalla se fundió a negro y apareció un poema de Céline dispuesto a campar a sus anchas por mi cabeza y mi memoria sin billete de vuelta : ‘viajar es muy útil, hace trabajar la imaginación, el resto no son sino decepciones y fatigas’; cuando aún retumbaban los ecos de ‘a far l’amore comincia tu’ y con la fascinación tintineando en mis ojos, le dio un giro a mi vida al presentarme -durante los diez minutos más apasionantes que recuerdo en una sala de cine- a Jep Gambardella, el hombre que estaba destinado a la sensibilidad; se aseguró de que mi corazón luciría en su vitrina gracias a una habitación desde la que se veía el mar reflejado en el techo y dos personas se quisieron sin necesidad de tocarse: ‘ha estado bien no hacer el amor. Ha estado bien quererse. Me había olvidado de lo que era quererse‘; me hizo vulnerable cuando concluyó con la importancia de las raíces, la vocación civil, los trenes que no van a ningún sitio y ese broche que se clava en la piel: ‘termina siempre así, con la muerte. Pero antes hubo vida. Escondida debajo el bla, bla, bla, bla, bla. Y todo sedimentado bajo los murmullos y el ruido. El silencio y el sentimiento, la emoción y el miedo’.

Jep

Hoy, casi dos años después, Sorrentino vuelve a conseguir que trate de llegar a un acuerdo con las manecillas del reloj. Que quiera primarlas para que vayan más rápido, tan rápido como para llevarme en volandas hasta conseguir mi nueva dosis de belleza y dolor. A la vez, y sin saber cómo, deseo que se pare el tiempo y vivir eternamente en este impás en el que todo es posible. Ese preciso momento en el que su nueva obra maestra sigue intacta, alejada de la crítica, de la decepción y de las comparaciones.

La Giovinezza.

Suena (casi) tan bien como La Grande Bellezza. Con todas esas zetas sonoras y rotundas que huelen a zapato italiano de costura prieta y segura. Huelen a las cosas bien hechas y al estilo propio, a la marca de la casa y a la inteligencia de quien sabe qué hace y cómo lo hace.

Youth

A día de hoy, Michael Caine sigue tan lejos y tan cerca de Toni Servillo que aún queda sitio para los dos. En unos meses, nos harán elegir, comparar, sentenciar y echar a los leones del coliseo romano a uno de los dos. Y eso, señores, eso duele.

‘Vamos a llorar’ me anuncian tras el primer tráiler.

‘Lo sé’, respondo.

Y, aún así, caigo en la segunda trampa, me tiro a la piscina a sabiendas de que el agua no me bastará hasta que llegue el día D a la hora H, de que me sabré desdichada porque dos minutos no son suficientes -nunca son suficientes- y a ese primer ‘tu hai ragione, io capisco solo la musica’ pronunciado desde la gravedad seria y profunda de Michael Caine se le suman un rosario de retazos, frases, palabras y sensaciones que ya me sé tatuados en el recuerdo.

Romano, en La Gran Belleza, mientras decide que Roma ha podido con él, se refiere a la nostalgia como la única distracción de quien no cree en el futuro.

Nosotros creemos -cómo no creer en una persona que se inspira en Fellini, Scorsese o Maradona– así que sólo nos queda esperar. En el fondo, es sólo un truco del que no queremos conocer más detalles porque la magia es eso, sólo magia.

truco

 

Un comentario Agrega el tuyo

  1. Rosa Nieto dice:

    No dejes nunca de escribir.

    Le gusta a 1 persona

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