«Please don’t grow up. Ever.»

pixar

Cuando comienzan los títulos de crédito finales de Inside out (Del revés) la mayoría de los espectadores adultos suspiran y, por un momento, creen que tienen tres minutos para enjugarse las lágrimas y «aquí no ha pasado nada». Para los que se queden hasta el final de los títulos, una vez vistos todos los guionistas, dibujantes, músicos y los agradecimientos, les espera una dedicatoria de los directores de la cinta, Pete Docter y Ronaldo Del Carmen. Estos dedican su película a sus hijos, y les piden que no crezcan. Nunca.

«This film is dedicated to our kids. Please don’t grow up. Ever.» 

Y en ese momento, es inevitable no volverse a emocionar. Los directores de una película de animación, que no infantil, invitando a sus hijos, y por extensión a todos los espectadores menores de once años (edad de la protagonista al principio de la película) a no crecer. A disfrutar de las payasadas, de no permitir que la tristeza empañe nuestros recuerdos felices.

Parar el tiempo es imposible, y quedarse mentalmente en los once años no recomendable, por lo que esta la petición es más un aviso/deseo: «cuando crezcáis, no perdáis la alegría y la ilusión». Y es posible que una sala de cine sea de esos sitios donde los adultos podemos disfrutar de unos instantes de evasión tan necesarios, y que mediante las películas tengamos nuestras dosis de ilusión infantil. Esos momentos en los que afirmamos que «hemos disfrutado como un crío», en los que a través de las risas (y también de las lágrimas), se apela al niño que fuimos.

InsideOut

En las películas de Pixar no siempre ha sido así. En muchas ocasiones se dirigen a los mayores y nos enfrentan a lo que hemos ido dejando por el camino. Era la esencia de Toy Story 3 y era el prólogo, convertido en una lección magistral de cine, de Up. En su última película se adentran en el cerebro de una niña de once años, exploran su complejidad, los cambios a los que se enfrenta y lo que debe ir dejando atrás. Y somos los que ya no tenemos amigos invisibles quienes más sentimos la pérdida.

La complejidad de las emociones, del funcionamiento del cerebro, de porqué suceden ciertos cambios, todo ello es explicado en 94 minutos que condensan risas y mucha emoción. Incluso es posible que el espectador sienta ganas de abrazar a Riley y, a través de ella, a aquel pre-adolescente que fuimos, y que no entendía todo lo que le estaba pasando.

Así que, no crezcáis nunca. Y si no tenéis más remedio que hacerlo, dejad que Pixar os lo haga más fácil.

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