Sîpo phantasma: somos barcos a la deriva
Sîpo phantasma es la única representante española en la sección Zabaltegi-Tabakalera, este año a concurso, de la 64ª edición del Festival de San Sebastián. Una obra inclasificable que resulta accesible, un documental sobre cruceros que acaba por conventirse en una obra sobre Nosferatu. Y Bram Stoker, Murnau y Oscar Wilde. Sesenta minutos divididos en varios episodios, que resultan pedagógicos sin caer nunca en la pedantería ni en un exceso didáctico. Un salto mortal sin red, pero con el que Koldo Almandoz clava el ejercicio.
Es difícil clasificar dentro de algún género esta película, si bien es fácil que capte la atención del espectador. No se trata de un proyecto convencional, pero acercarse a los cruceros turísticos y acabar en por qué Nosferatu no pudo ser nunca Drácula, es un viaje refrescante con el amor y la atracción que ejerce en nosotros el mar como hilo conductor.
Todo barco nace para naufragar
Barcos a la deriva como metáfora de esos turistas que vemos ensimismados en la cubierta de un barco, o como dócil rebaño en la sala de fiestas bailando al son del penúltimo éxito latino. A la deriva o directos al naufragio, no hay más destinos. Como la deriva a la que condenaba Stoker al proyecto de Murnau, hasta que este, de la mano de productores de dudosa reputación y aún más dudosa situación económica, cambió el nombre y mantuvo el espíritu de la obra literaria. La película que no debió ver la luz ha llegado a nuestros días. Historia de una disputa, la de Stoker y Murnau, que discurre paralela a la de amor entre Stoker y Florence Belcombe.
Los parelelismos entre el cuerpo humano y el interior de una sala de máquinas, las noticias de barcos que desaparecen en alta mar. Películas que desaparecieron, clásicos imperecederos. Todo tiene cabida en este Barco Fantasma, un sugerente y personalísimo ejercicio cinematográfico.