[Crítica] No culpes al karma de lo que te pasa…

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por (vago, memo, creído, acomplejado… gilipollas)

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Hay algo, tan irritante como humano, que nos empuja a responsabilizar a misteriosas Fuerzas Mayores de lo que nos sucede por no haber luchado lo suficiente; por haber confiado en que algo saldría bien, pero sin poner los medios necesarios; confiar en que las cosas van a cambiar, pero sin mover un solo dedo para hacerlo posible. Hemos esperado que Dios provea, hemos culpado a las estrellas y, sobre todo, a la suerte. Al karma. A ese «algo» que no tiene nada mejor que hacer que fastidiarnos la vida. La de Sara (Verónica Echegui), parece ser el blanco perfecto de todos los enredos de ese maldito karma. Una complicación tras otra, a las que ella parece resignarse, asistiendo como espectadora a todo lo que le sucede.

Y, precisamente, lo que podría ser una comedia sobre una serie de catastróficas desdichas (sentimentales, familiares, laborales) parece explotar cuando el karma hace rebosar la paciencia de la protagonista. Cuando decide que ya está bien y que hay que comenzar a tomar decisiones, y no seguir dejándose arrastrar por ellas.

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A partir de ese momento, la película se convierte en una comedia de lo absurdo, que por encima de todo aplaude los disparates de sus protagonistas. Y entre colarse en zoológicos, asistir a desfiles de moda que acaban regular, o cambios de continente, se nos escapan las risas y celebramos cada situación descabellada. Y, junto a Sara, descubrimos que los males no vienen por culpa del karma. Nos llegan, en muchas ocasiones, por ser gilipollas (y todos sus derivados).

La película busca la risa cómplice, logra que nos riamos de nosotros mismos. Porque hace que nos llamemos gilipollas a nosotros mismos, pero con el punto de socarronería con el que deslizamos esa palabra en frases cuya intención es más la de ser una colleja verbal que un verdadero insulto.

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No culpes al karma de lo que te pasa por gilipollas es una película indolora, pero nunca insípida. Superficial, si se quiere, pero que se ríe de nuestra propia superficialidad. Todo esto no nos debe hacer menospreciar el apartado artístico. María Ripoll depura su estilo, siendo muy consciente del producto que tiene entre manos. No se deja arrastrar por las correrías de sus personajes, ni por sus momentos de depresión. Compensa sus excesos de forma inteligente, apoyándose en la labor de Pau Castejón (responsable de la fotografía) y Nacho Ruiz Capillas (montador).

Pero si hay un trabajo a destacar es el del repartoVerónica Echegui y Alba Galocha son esas dos hermanas tan diferentes, cargan con casi todo el peso de la película. Geniales Elvira Mínguez  y Jordi Sánchez como los padres de las criaturas, así como Cecilia Freire (¡ojalá pudiéramos disfrutar más de ella y de su personaje!). En cuanto a Álex García y David Verdaguer, tienen los dos personajes más desdibujados de la película, pero  resuelven correctamente.

Ligera y entretenida, No culpes al karma de lo que te pasa por gilipollas, es un hábil  y agradable divertimento.

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