Se comenta entre los cinéfilos que los Festivales no son el lugar más idóneo para disfrutar de una película. Es posible. La saturación de proyecciones, las prisas por llegar a los pases…Sí, va a resultar que es cierto. Como también lo es que puede llegar a ser una experiencia maravillosa. Por algo insistimos en volver a algún certamen de este tipo en cuanto tenemos ocasión: porque sabemos que hay posibilidades de ver cine más allá de estrenos comerciales, de conocer filmografías a las que previamente no habíamos tenido acceso. Y, sobre todo, creo que casi todos hemos vivido la experiencia de asistir a «ese pase», el que se convierte en referencia de todo un Festival y el que dará nombre a una edición entera («ese fue el año de Mommy«).
En mi primer Zinemaldia («el de Caníbal«) el canadiense Denis Villeneuve presentaba dos películas: Prisioneros y Enemy. Tras la dolorosamente magistral Incendies, que optó al Oscar a la Mejor Película en habla no inglesa, que situó a Villeneuve en el panorama internacional, el director presentó dos propuestas tan diferentes entre ellas como alejadas de su predecesora. Finalmente, colaría ambos títulos en mi top5 de esa edición. Dos años más tarde (en la edición de las discutidas High Rise y La novia), en la sección Perlas pudimos ver Sicario. Posiblemente un escalón por debajo de sus anteriores película, pero aún así sería de lo mejor del Festival (y del año). Imagino que entenderéis justificadas mis expectativas ante su nueva película.
Expectativas que se vieron confirmadas. La edición de este año, será sin duda «la de Arrival«. Y no pienso venderla como la mejor película que vimos este año. Si lo pienso fríamente, empataría con algún título de origen galo (y hasta aquí puedo leer). Pero la cuestión es, precisamente, el ignorar cualquier intento de «pensarlo fríamente». El cine permite muchos tipos de análisis, más o menos técnicos. Pero, por mucho que lo intente (que es más bien poco, la verdad), no logro acercarme a él con frialdad. Por ello, al tratar de escribir sobre el nuevo film de Villeneuve, más allá de géneros, de grandes interpretaciones, de técnica apabullante, lo primero en lo que pienso es en la emoción que sentí durante su proyección. Cuando me di cuenta de que la película que estaba viendo no era la que creía que iba a ver. La emoción que me seguía llenando cuando acabó, cuando empecé a ser consciente del calado de lo que acababa de ver. Todos entendéis que ese tipo de emoción el algo personal e intransferible. En este sentido, alguna vez he dicho frases como «quizás no fuera la mejor, pero fue la que más me gustó». Una perogrullada de todo a un euro, pero que trata de dejar constancia del valor añadido sentimental que la cinta en cuestión me ha dado.
Bien pensado, quizás sí fuese la mejor de todas las cintas que vimos durante esos nueve días. Es más, ¡Oh, sorpresa!, para mi es de las mejores de este año (ya está dicho, así que quedamos a la espera de saber cuántos gatitos han abandonado este mundo ante semejante afirmación). Y justamente por todo ello, he decidido desistir en mi propósito de escribir una crítica. En primer lugar, porque creo que no soy capaz de escribir algo formalmente coherente que haga justicia a la película. En segundo lugar, porque en el fondo no sabré poner en negro sobre blanco la experiencia que fue para mi enfrentarme a Arrival. Como pasa siempre, la veréis y las gamas de reacciones irán desde la indiferencia a algo parecido al flechazo que yo siento por ella.
Porque Denis Villeneuve ha logrado que el conjunto quede por encima de los ya de por sí sólidos factores que lo forman. Los actores (muy bien Jeremy Renner, maravillosa Amy Adams), el guion, la banda sonora (obra de Jóhann Jóhannsson), la fotografía (otro gran trabajo de Bradford Young)… Todo es consistente cuando se analiza de manera aislada, pero es superior cuando se observa en su totalidad. Villeneuve ha creado una obra, una ficción, sobre ciencia. Humanista como pocas. En la que los recién llegados nos enfrentan a nosotros mismos. A diferencia de lo que sucede en otras películas que exploran esa vía, ese enfrentamiento resulta mucho más esperanzado que incómodo. Paradojas que no lo son tanto. Sea como sea, el argumento que trato de esconder tras toda esta palabrería es que, en ocasiones, el cine nos regala algo que va más allá de una película, algo que nos hace conectar con ella. Creo firmemente que Arrival es uno de esos regalos.
Me decepcionó profundamente ARRIVAL. No desarrolla el tema de la hipótesis Sapir-Whorf sobre la relación entre lenguaje y pensamiento. Mal trabada en cuanto al asunto del tiempo. No se detiene en lo mejor de la película: es la menos militarizada de las películas con extraterrestres. Presuntamente humanista.
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